Cocito en las anforas de la humanidad.

Cocito en las ánforas de la humanidad

Los pasajes que atravesaban la avenida central se iban volviendo cada vez más oscuros y sucios. Lucían como verdaderas ramificaciones de un pulmón, algunas más contaminadas por la nicotina que otras. Como fuere, se trataba de un órgano enfermo. Las enfermedades siempre suelen tener diversas causas, y por ello generan múltiples consecuencias. La segregación, la delincuencia, la falta de preocupación estatal, familias mal constituidas, el miedo, la preocupación y  finalmente la necesidad de sobrevivencia. Todo radicaba en un solo elemento, la falta de cuidado y atención; así como nosotros nos descuidamos, dejándonos llevar por los vicios que nos consumen. Consciente o inconscientemente. Pensar así a nivel de sociedad, es algo preocupante.

Así, una calle tras otra iba manifestándose más infecta que la otra, por lo mismo las personas deseaban mantenerse alejadas de dichas áreas de influencia, aunque pese a todo ellos ya estaban influenciados por el desconocimiento voluntario de los problemas.

Todas las mañanas, Augusto rondaba por éstas vías infectas, era parte de su diario vivir, el camino hacia la obtención de alimentos.  A sus 13 años, el trabajo le resultaba relativamente fácil, simplemente debía acercarse a los grandes puestos de conglomeración y observar. Tan sólo contemplar quienes parecían lo suficientemente descuidados, luego simplemente alertaba a los mayores, y éstos realizarían el trabajo pesado, llevarlos hacía las raíces infectas… hacerlos desaparecer.

Y no era que dentro de la sociedad no importase que alguien se esfumara, claramente ello era objeto de búsqueda policial, de preocupación familiar, y de alarma política; pero al final todos terminaban descendiendo sus brazos bajo las convicciones de que era necesario un arreglo social ¿Pero quién realizaría dicha mejora? Las familias eran muy pequeñas, la policía muy supeditada a los jefes superiores, y los políticos muy mentirosos e involucrados para prometer soluciones. Todo era parte del círculo.

Y Augusto ya iba comprobando que de ello se podía vivir bien, sólo tenías que saber cuidarte los primeros instantes. Lección barata para quien nunca había sido educado.
Desapariciones, constantes desapariciones. El tráfico de órganos era algo que zumbaba constante por la mente de todas las personas, pero todos apartaban la mirada, creyendo que jamás les tocaría a ellos, soñando en que todo era culpa de terceros, debatiendo en sus interiores contra todo tipo de mando. Al final, sólo era la culpa colectiva de la sociedad.

Los bajos mundos suelen ampararse entre sus núcleos, y tú debes estar lo suficientemente arraigado a uno para obtener la protección. El pequeño Augusto lo estaba, como así lo estuvo su padre antes de ser abatido por la policía, o como ahora lo está su hermano quien transporta la mercancía ¿Negocio familiar? Puede que negocio sectorial. A veces, bastaba con que cada grupo se coordinara bien, sin necesidad de enfrentarse. Todos tenían un enemigo común: La noción de seguridad de los educados.

¿Y qué hay de los compradores? No, no, no; eso es algo muy nuevo para que un pequeño lo sepa, sólo basta lo primordial "trabajamos para las masas, para ganar dinero" Y no faltaba el más arriesgado soñador fracasado que decía "trabajamos para salvar las vidas de quienes asaltamos" Dicotomías y contradicciones, pero eso jamás ha importado a la vista de los menores… no cuando tienes que aprender todo, tal cual te lo enseñan.

Callar, abrir, desparramar, realizar todo con excelente precisión. En los mismos sectores siempre había especializaciones. Estaban aquellos que debían extraer todo con sumo cuidado, quizás eran los mejores pagados, y eso le gustaba al pequeño. Él quería ser uno de ellos, gozaban de una mayor protección, pero requerían de una mayor experticia. Todo enseñado por las mismas personas que auxilian los hospitales.

Una sociedad muerta, es una sociedad vacía y cooperativa en sus propios vicios. Lo ideal por un poco más de supervivencia.

Daba igual a qué rubro del bajo mundo pertenecieras, todo tenía cierta similitud, y todo en una sociedad callada por la ignorancia, el miedo, el temor y la irresponsabilidad, tenía la misma cantidad de patrones y defectos.

¿Qué diría el santo padre?

…Que sus ojos son muy pequeños para  llegar a todos los pueblos, y que cada quien debe cerrar sus parpados y propagar su fe.

La misma fe que movía a los delincuentes por sus dogmas y ritos religiosos por la supervivencia.

Atardecía por sobre los pulmones de la ciudad moribunda, y Augusto contemplaba a una señora de bastante talante moverse con suma calma por la avenida central. Una presa fácil de abordar, miró hacia los lados y realizó los gestos necesarios para que todos entendieran.

-Parece forrada- magulló mientras se cruzaba de brazos, sentado en el suelo, apoyado sobre la muralla. Expectante por una retribución de causa social. De justicia…

Porque todos en esta vida se toman la justicia como les venga según los marcos de sus propios dogmas, de su propia fe.

Su propia justicia ignorada.